jueves, 24 de febrero de 2011

SOLES COTIDIANOS

El otro día mi marido me explicó que había ido a comprar algunas cosas al súper y mientras esperaba en la cola estuvo charlando con una señora de unos setenta años. Estuvieron bromeando sobre lo mucho que llovía. Al salir de la tienda la señora le preguntó si iba muy lejos y le ofreció su paraguas.
–¿Tiene usted dos paraguas? –le preguntó él.
–No, pero tú vas más lejos.
– Muchas gracias pero no puedo aceptarlo. Además, ¿cómo iba a devolvérselo? –le preguntó sorprendido por su amabilidad.
–Puedes traerlo aquí mañana… o puedes quedártelo. Sólo es un paraguas.
Mi marido llegó empapado a casa, pero con una sonrisa.
No, no era sólo un paraguas. Era amabilidad, empatía, bondad. 
“Yo soy de las que cree que en el mundo hay más personas buenas que malas”,  me dijo ayer una buena amiga. Y ésa es la frase más inteligente que he escuchado desde hace tiempo. Si es cierto que nuestros pensamientos rigen nuestras emociones y nuestras acciones, lo sabio es pensar bien.  Así no  sólo conseguimos sentirnos mejor dentro de nuestra piel, sino también alegrar la vida a los demás con una actitud positiva.
 Cada uno interpreta la realidad como quiere. Somos libres para amargarnos el día con miedos y recelos… pero también para confiar en los demás, abrirnos y llenarnos de buenos pensamientos. Y, en definitiva, ser felices y hacer felices a los demás.
Los soles cotidianos son esas personas que con su generosidad y amables gestos, –aunque sean pequeños o en forma de paraguas– hacen de este mundo un lugar más agradable. Todos llevamos un sol dentro, pero depende de cada uno hacerlo brillar.

2 comentarios:

  1. Tal como te decía siempre tu padre, que en paz descanse, tú eres un sol de medianoche, Esther. ¡Gracias por iluminarnos con tu bondad, alegría y lucidez! Somos muchos los que nos sentimos privilegiados por tenerte cerca.

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  2. Esther, me has alegrado la mañana con esta pequeña historia. Muchas gracias!

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